Suele ser algo común por nuestra tierra el desconocimiento de su rico patrimonio histórico y arqueológico.
De otra forma no se puede explicar que no sea de dominio público que la provincia de Huelva contiene más de doscientos monumentos megalíticos. Los megalitos (construcciones de grandes piedras) forman parte de una cultura que se extiende, principalmente, por el occidente europeo entre los años 3500 a.C. y 2000 a.C. aproximadamente. En el suroeste de la Península Ibérica hay una gran concentración de ellos, tantos que para algunos autores en esta zona geográfica se encuentra el origen de la cultura megalítica. En Huelva se encuentra el principal foco dolménico de la zona.
Otro lugar común es suponer que, porque los monumentos erigidos no presentan una gran tecnología, los pueblos que los levantaron, por fuerza, eran primitivos y toscos. No tiene por qué ser así. El que su tecnología no fuese muy avanzada no implica que su organización social fuese simple. Muchos de estos monumentos presentan alineamientos con acontecimientos astronómicos, tales como solsticios y equinoccios solares, fases de la Luna o posiciones de Venus. Son mundialmente conocidos los ejemplos del círculo de Stonehenge o del túmulo de Newgrange.
Finalmente, el que dentro de los dólmenes se hayan encontrado tumbas con sus correspondientes ajuares no los convierte automáticamente en necrópolis, de la misma forma que nuestras catedrales e iglesias no son cementerios por el hecho de que dentro de ellas se encuentran las tumbas de los personajes notables de nuestro tiempo.
Una vez que hemos roto los estereotipos existentes sobre la cultura megalítica, pasemos a realizar un paseo virtual por sus principales exponentes en nuestra provincia.
Dolmen de Soto
Situado en el término municipal de Trigueros, fue descubierto en 1921 y excavado por Hugo Obermaier entre los años 1921 y 1925. Para el arqueólogo alemán, se trataba de un dolmen construido entre los años 3000 y 2500 a.C. Está formado por un túnel cuya altura aumenta progresivamente, desde el apenas metro y medio inicial hasta llegar a la cámara, con una altura de más de dos metros. La longitud del túnel es de más de veinte metros, siendo el más largo de la provincia y uno de los de mayor longitud de la Península Ibérica.
Dentro del mismo se encontraron los habituales enterramientos con sus ajuares. Es interesante destacar el alineamiento astronómico del túnel, pues durante el amanecer del solsticio de verano (el día más largo del año) los rayos solares penetran hasta el interior de la cámara. Esto nos indica que la cultura que construyó este dolmen tenía conocimientos astronómicos, lo que implica una compleja organización social, ya que es necesaria la existencia de una casta sacerdotal que pueda registrar las posiciones astronómicas, un sistema de archivos de consulta, etc., así como unos organizados medios de transporte, pues algunas de las piedras de este dolmen pertenecen a la zona del siguiente complejo dolménico en importancia, el del Pozuelo, situadas en línea recta a más de 40 km.
Merecen destacarse los grabados existentes en las paredes del dolmen. Indescifrados hasta hoy en día, todos los intentos por conocer lo que significan han sido infructuosos.
Si el lector, después de leer estas líneas, se acerca a visitar el dolmen y a tener una breve meditación sobre el ascenso y la caída de las distintas culturas humanas, este breve artículo habrá conseguido su objetivo.
Javier Ruiz