Egipto es sinónimo de misterio, de secreto.

Pero la palabra misterio, en sentido profundo, se refiere a aquellas realidades que no llegamos a conocer, esas leyes de la Naturaleza que no sabemos interpretar y de las que, a veces, ni siquiera sabemos de su existencia.

 

            Conocer los Misterios significa integrarse en la Naturaleza y comprenderla. En el Antiguo Egipto el acceso a estas realidades no estaba limitado por motivos de género, sino por la calidad del Ib, el corazón-conciencia.

 

            Se dice que el nivel de desarrollo de una civilización se muestra, entre otras cosas, por el trato que recibe la mujer. Egipto es un caso irrepetible por la libertad y consideración de las que la mujer gozaba.

 

            A nivel de Estado la mujer podía aspirar a lo más alto. El papel de las reinas era fundamental. Tanto, que el faraón se podía considerar una “Pareja Real”, compuesta por el rey y la reina. Eso sí, con funciones propias y definidas, pero de la misma importancia. Otro aspecto a destacar es que no se conoce ningún faraón célibe y, sin embargo, sí se conoce esta situación en mujeres que fueron faraones, ya que se consideraba que la mujer era portadora de los dos principios, el femenino y el masculino, así como Isis llevaba consigo a Horus.

 

            Tampoco perdían su nombre, al casarse, para adquirir el del marido, como ocurre en algunos países desarrollados de nuestro mundo actual.

 

            En cuanto al mundo del trabajo, la mujer podía optar a cualquier puesto, como jefa de médicos, de obras… teniendo plena capacidad legal para actuar sin depender de ninguna figura masculina.

 

            A nivel religioso, oficiaban como grandes sacerdotisas, lo cual no sucede ni en el cristianismo ni en el judaísmo ni en el islam. Esta labor era fundamental en el Egipto antiguo, el país de la magia por excelencia. Isis es la Gran Maga y las sacerdotisas eran las encargadas de captar y transformar las energías celestes y terrestres. Ellas conocían las leyes de la creación, del nacimiento y del renacimiento, de la vida y de la muerte.

 

            En la conciencia de un egipcio la vida y la muerte no estaban tan separadas como para nosotros, sino que eran dos caras de una misma moneda. La muerte no existe, sino que es la otra cara de la vida. En los ritos relacionados con la muerte también era esencial el papel femenino, como plañideras o servidoras del Ka, favoreciendo el paso al otro mundo.

 

            El universo egipcio estaba impregnado de “lo sagrado” y de la idea de libertad que esto lleva consigo, ya que el ser más libre es aquel que no encuentra ningún impedimento para respetar la Naturaleza y sus leyes. 

 

            El hombre y la mujer recorrían caminos paralelos, aunque no iguales, puesto que su esencia e importancia es la misma, pero no lo son sus características. Y la forma de recorrer el camino de la vida es diferente para cada uno.      

M. Ángeles Castro Miguel