El yacimiento arqueológico de Tejada la Vieja es uno de los más importantes de nuestra provincia.
Se encuentra en el actual término municipal de Escacena del Campo, en la zona minera próxima al río Guadiamar y de cuya importancia nos hablan los sucesivos emplazamientos situados en Aznalcollar, Nerva y la cuenca minera del río tinto. Aunque los primeros asentamientos (datados en el 2.000 a.C.) nos dicen que su economía se basaba en la agricultura y ganadería. Empieza a cobrar importancia como centro comercial y minero con el auge del semi-mítico reino de Tartessos; así, en el siglo IX a.C. aparece una ciudad con un bien delimitado trazado viario y un recinto amurallado adaptado al cerro en que se ubica el yacimiento.
Con el contacto marítimo con los navegantes fenicios y cartagineses, destructores del reino de Tartessos, evoluciona la hechura de las casas; ya no son cabañas de tribus autóctonas. En sus cimientos poseen una poderosa mampostería y muros de adobe. Lo mismo sucede con la muralla. En resumen; el mayor esplendor de Tejada la Vieja coincide con el esplendor del reino de Tartessos; entre los siglos VII y V a.C. A partir de entonces se produce un declive económico, debido a la falta de demanda de metales en el ámbito local, cobrando importancia de nuevo las actividades agropecuarias, en un nuevo asentamiento muy cercano al primero; Tejada la Nueva. Sin embargo, se constata que la despoblación y el abandono del primer asentamiento fue realizado de forma pacífica, no hallándose vestigios de destrucción violenta.
Con el dominio del imperio romano sobre la península ibérica, Tejada la Nueva o Itucci, como se la llama en los textos de la época, era una de sus ciudades más importantes de la cuenca inferior del río Betis. Así queda reflejado en la acuñación de monedas con caracteres romanos y púnicos, señal de que había una importante relación económica con Cartago. Una vez destruida Cartago, el territorio sufre el equivalente a nuestra globalización actual; es fuertemente romanizado, construyéndose un acueducto que llevaba las aguas desde Itucci hasta Itálica, más de 40 km. actuales. Todo un prodigio de ingeniería para la época. Además del asentamiento de Tejada, aparecen restos de caseríos romanos esparcidos en los alrededores. Se cree que de ahí puede venir el actual nombre de Escacena que recibe el municipio; de Scatius, villa romana.
Tras las invasiones bárbaras y el reino visigodo, de escasos restos arqueológicos en nuestra región, conoce de nuevo un cierto esplendor con la llegada de las invasiones árabes y el nacimiento de Al-Andalus. Después del esplendor del califato de Córdoba, con los reinos de taifas nuestro asentamiento pasa a depender del reino de Niebla. Con la reconquista sufre un despoblamiento que sin embargo no llega al abandono total. La población comenzó a desplazarse hacia la actual ciudad de Escacena; pasa a depender del reino de Sevilla hasta que con la actual división del territorio en provincias por Javier de Burgos en 1833 se incluye dentro de la provincia de Huelva, quizás como homenaje a su pasado esplendor tartésico.
Como se puede ver, en este trozo de tierra onubense se resume toda la historia de España, con sus aciertos y sus errores, con sus esplendores y sus decadencias. Un paseo por el yacimiento, por el municipio, nos evoca el sentido de eternidad, de perdurabilidad a través del tiempo; los hombres de la antigüedad y nosotros, hijos desarraigados de una época con gran avance tecnológico pero alejada de la naturaleza, tenemos las mismas inquietudes y los mismos sueños y aspiraciones. Y seguimos haciendo historia. Si conocemos mejor nuestro pasado podremos evitar caer en los mismos errores y, quien sabe, repetir pasados esplendores. La historia nos enseña que podemos ser dueños de nuestro propio Destino.
Recopilado por Javier Ruiz