Para comenzar, me gustaría que el lector hiciese un experimento “históricoViaje mentalmente, digamos, diez mil años en el futuro y participe como arqueólogo en una serie de expediciones al corazón de lo que hoy llamamos Europa. Dicho arqueólogo, al excavar en estratos correspondientes a nuestro tiempo, encontrará templos de diversa índole con fragmentos de imágenes religiosas en su interior.

 

Tras varios estudios de campo en diferentes regiones de Europa, ante la similitud de las construcciones y los símbolos religiosos no le será difícil llegar a la conclusión de que una forma religiosa y una cultura común dominaban la zona; evidentemente, estamos hablando de la religión cristiana.

 

Ante un caso parecido se encuentran los arqueólogos modernos frente a las construcciones megalíticas; prácticamente toda la costa atlántica europea se halla jalonada por dólmenes y menhires de todo tipo y condición; de la misma forma que nuestro arqueólogo imaginario atribuía un mismo origen y una misma religión a los restos que había hallado, nuestros arqueólogos e historiadores deberían atribuir una cultura y una religión común a todos los pueblos. Pero eso supone un grado de comunicación y de escritura que los modernos historiadores no están dispuestos a aceptar. Temporalmente, esos pueblos estaban en el Neolítico, recién habían descubierto la agricultura y las comunicaciones estaban apenas comenzando.

 

Sin embargo, y por poner un ejemplo bien conocido, algunas de las piedras de Stonehenge, cuyo peso es superior a las 25 toneladas, fueron trasladadas desde una distancia superior a 400 km. Eso supone un grado de organización social y de complejidad tecnológica que rompería todos los esquemas de los libros de historia. Otro ejemplo, menos conocido del gran público, es el de la yarda megalítica; según el ingeniero escocés Alexander Thom, que durante más de cuarenta años se dedicó al estudio topográfico de los monumentos megalíticos, todos y cada uno de los monumentos estudiados por él habían sido construidos mediante un patrón de medida, que llamó yarda megalítica. Desde el norte de Escocia hasta el sur de la Península Ibérica todas las construcciones se habían realizado usando esta yarda, lo que supone, además de una cultura y una religión, una ciencia compartida por todos los pueblos esparcidos a lo largo de más de 3000 km de costa marina. Sencillamente, un enigma más…o no, si estuviésemos dispuestos a aceptar que el conocimiento no es algo exclusivo del hombre moderno.

 

 Javier Ruiz

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