La Semana Santa siempre contiene la primera luna llena después del equinoccio primaveral; por eso, su fecha de celebración no es la misma todos los años.
La cruz del Calvario era conocida y utilizada para fines místicos miles de años antes de nuestra era. Esa forma de cruz figuraba en varios rituales de Egipto, Babilonia, Grecia, India, China, Méjico y Perú. Esta cruz, tan común en Europa, se encuentra en el pecho de las momias y se hallaba alrededor del cuello de las Serpientes Sagradas en Egipto. Se han hallado en pinturas de tribus asiáticas que llevaban su tributo a Egipto, datadas en 1.500 años a.C., vestidos tachonados de cruces. Tifón, el hermano malo de Osiris, está encadenado por esta cruz.
La inscripción que aparece clavada sobre la cruz (INRI), cuyo significado para el cristianismo es Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (Jesús Nazareno Rey de los Judíos), para la masonería significa Igne Natura Renovatur Integra (el Fuego de la Naturaleza lo Renueva Todo).
La primavera representa la resurrección de la vida después de la muerte invernal. De forma semejante, Jesucristo muere y resucita con el equinoccio primaveral.
El equinoccio de primavera representa el momento en que la luz ha recorrido la mitad de su camino ascendente, la duración del día es igual a la de la noche. A partir de aquí, la luz empieza a vencer cada día más a las tinieblas. Esta luz se encuentra potenciada por la luz de la luna llena, que estimula también la vida, el crecimiento.
Es la gran época del calendario cristiano, lo cual no impide ni se contrapone con otros significados y otras religiones. Si recordamos las grandes ceremonias védicas, las encontramos aquí en su totalidad. En el vedismo, el fuego sagrado, la luz del Padre, el espíritu, nace del frotamiento de los leños (los Aranî).
En los antiguos tiempos de la Iglesia, la ceremonia del fuego y del cirio pascual se efectuaba el domingo, a la hora del alba. El fuego producido por frotamiento sirve para encender el cirio. La luz de este cirio pascual simboliza la destrucción de las tinieblas, la luz espiritual e incluso estelar que triunfa sobre la oscuridad. Cristo aparece como Agnus, que bien puede ser Agni (dios del fuego) en forma latina.
En Escandinavia, Ostara, diosa de la primavera, era el símbolo de la resurrección de toda la Naturaleza. Era costumbre de este pueblo intercambiar huevos de color, llamados huevos de Ostara (los actuales huevos de Pascua).
En el cristianismo, la vida latente en el huevo se compara con la resurrección de Cristo, que durmió en el sepulcro durante tres días antes de su vuelta a la vida. Cristo se identifica con el sol de primavera. Otra de las muestras de esta relación es el hecho de haber fijado la fiesta de la Pascua de Resurrección en el domingo (día del Sol) que sigue al decimocuarto día de la luna de marzo (luna llena). Ésta favorece todo fenómeno relativo al crecimiento: los agricultores saben que para que la cosecha sea abundante es mejor sembrar en luna llena.
La Pascua de Resurrección se llama también Pascua Florida, por celebrarse en la época del florecimiento de las plantas, en contraposición a la Pascua de Pentecostés, que se celebra siete semanas más tarde, en el tiempo en que comienza la recolección de los frutos de la Tierra, por lo cual se designa en las Escrituras con el nombre de Fiesta de las Primicias, que celebraban también los judíos cincuenta días después de la primera Pascua.
Todo esto es una pequeña muestra, que se podría ampliar mucho, que indica que un mismo fenómeno puede integrar muchos significados sin que entre ellos se excluyan ni se opongan.
Son diferentes puntos de vista que, tal vez, si pudiésemos profundizar en ellos lo suficiente, nos dirían lo mismo.
M.ª Ángeles Castro Miguel