Hipatia era, ante todo y sobre todo, filosofa. Cualquier parecido con la figura científica que nos quiere imponer Amenábar es un parecido circunstancial.

ÁGORA E HIPATIA

 

 

 

            Una vez estrenada la película Ágora, de Aménabar, sobre la decadencia del Imperio romano y la figura de Hipatia, se hace necesario una serena reflexión sobre el tema y la tendenciosidad con la que enfocó Aménabar la figura de Hipatia. Digámoslo de una vez: Hipatia era, ante todo y sobre todo, filósofa. Cualquier parecido con la figura científica que nos quiere imponer el director es un parecido circunstancial.

 

            Mas no adelantemos conclusiones. Dado que no nos han llegado las obras de Hipatia, y según sus contemporáneos apenas escribió obras salvo comentarios a las obras de su padre, Teón, director de la biblioteca de Alejandría, para comprender mejor a nuestra filósofa debemos acercarnos primero a la ciudad de Alejandría en el mundo clásico, y posteriormente a la biblioteca. Hipatia es, en cierta forma, el broche final de una etapa espléndida para la cultura y el conocimiento.

 

            Alejandro Magno fue el fundador de Alejandría, a la que dio su nombre. Una vez muerto el conquistador, y tras las guerras civiles entre sus generales para repartirse el imperio, Ptolomeo I Soter se queda con Egipto y hace de la recién fundada ciudad su capital. Su propósito es reunir en Alejandría todo el saber de la época. Para ello construye el mausoleo de Alejandro, el Faro de Alejandría (una de las siete maravillas de la Antigüedad), el museo y la biblioteca; instaura el culto a Seraphis (dios sincrético que reúne características egipcias y griegas) y encarga a Demetrio de Falero (discípulo de Aristóteles) la colección de todas las obras griegas existentes hasta el momento, así como una selección de libros de las principales culturas.

 

            Con el tiempo la biblioteca y el museo crecen hasta tomar la primacía del saber en el mundo clásico. Basta con nombrar los nombres de Eratóstenes (el primero en calcular el tamaño de la Tierra), Arquímedes (matemático e ingeniero famoso en la Antigüedad), Euclides, Aristarco o Ptolomeo, todos ellos formados en la biblioteca de Alejandría para saber que la biblioteca fue algo más que un almacén de libros; un centro de formación de sabios, lo que hoy llamaríamos una universidad.

 

            La biblioteca sufrió varios incendios, saqueos y destrucciones en la Antigüedad que acabaron con su existencia; la primera y la más famosa de todas fue el incendio fortuito provocado por una maniobra militar del general romano Julio César. Posteriormente, sufrió varias más durante las guerras civiles que asolaron el imperio durante el siglo III d.C. y comienzos del IV, hasta que, a finales del s. IV, con el edicto de Teodosio, prohibiendo todas las religiones ajenas al cristianismo, sufre la destrucción del templo de Seraphis y el último incendio que terminó con su existencia, pues la leyenda de que los últimos restos fueron incendiados durante la conquista árabe de Egipto durante el siglo VII es solo eso, una leyenda inventada por un clérigo cristiano sirio durante el siglo XIII.

 

Junto con la biblioteca florecieron varias escuelas filosóficas y religiosas. La escuela judía de Alejandría destacó por producir la versión de la Biblia de los setenta en los s. II y I a.C. Representantes destacados de la misma son Eupolemo, Aristeo y Filón de Alejandría. Siguiendo el espíritu sincrético de la ciudad, concilian la ley de Moisés con la filosofía griega. La ley de Moisés es la fuente de inspiración de los filósofos griegos. Fomentan la interpretación alegórica de los textos. Igual espíritu tiene el Didascalium o escuela cristiana de Alejandría. Fundado por san Panteno (filósofo estoico convertido al cristianismo) y Atenágoras, estaba abierto a todo tipo de cultos cristianos, salvaguardando la ortodoxia cristiana de los sistemas gnósticos. Trata de conciliar la filosofía griega, las leyes judías y el cristianismo. Interpretan alegóricamente (simbólicamente) los textos sagrados, considerando que la interpretación literal es indigna de Dios. Estudian, además, filosofía, matemáticas y ciencia.

 

Quizás la más famosa sea la escuela neoplatónica, fundada por Amonio Saccas en el 193 d.C. Educado como cristiano, se hace pagano estudiando la filosofía de Platón y por una serie de sueños que lo impulsaron como tal. De él decían sus contemporáneos que era Teodidactos (enseñado por Dios), pues hasta entonces no se había visto una filosofía tan profunda como la suya. Sus discípulos fueron tanto paganos como cristianos. Destacan Orígenes (padre de la Iglesia), Clemente de Alejandría (también padre de la Iglesia) y, por supuesto, el filósofo Plotino y su discípulo Porfirio, escritor de las enéadas plotinianas sobre sus apuntes de clase, pues Plotino no escribió una sola línea durante toda su vida. De la filosofía neoplatónica puede decirse que buscaba la relación entre Dios y su creación, así como el camino o ascensión del alma hacia su causa primera.

 

En este contexto, el idóneo para un alma ansiosa de sabiduría, nace Hipatia hacia el 355 d.C. Sabemos que es hija de Teón, que sucede a su padre Teón en la dirección de la escuela de Alejandría. Teón es, ante todo, científico y matemático. Hipatia hace comentarios a las obras del astrónomo Ptolomeo y a las de Apolonio de Rodas, aunque estos comentarios fueron publicados con el nombre de su padre. Pero sobre todo, destaca por ser filósofa de la línea neoplatónica. Como buena filósofa, admite en sus clases tanto a cristianos como a paganos.

 

Sinesio, obispo de Cirene, fue uno de sus discípulos. En sus cartas, casi el único testimonio que tenemos sobre las enseñanzas de Hipatia, nos dice que se dirigían a todo el mundo; que si bien tenía discípulos directos que asistían a sus clases privadas, también daba conferencias públicas ante las personalidades destacadas de la ciudad, tanto cristianos como paganos. Sinesio nos sigue hablando de que en clase tenían contacto con los misterios divinos de la filosofía, de que Hipatia era una mujer sabia  que ponía a su alcance los misterios filosóficos, entendiendo los misterios no como un enigma a resolver, sino como una especial manera de ascender hacia la mística, como proponían los neoplatónicos. También Hipatia exhortaba a sus discípulos a que el sentimiento de fraternidad y hermandad que vivían en clase lo llevasen a la práctica todos los días. Finalmente, proponía el respeto al poder estatal, entendiendo el poder como un Estado laico que no impusiese creencias a sus ciudadanos.

 

Con la ola de creciente fanatismo y la intolerancia de los cristianos hacia las demás religiones, no es extraño que nuestra filósofa fuese asesinada cruelmente hacia el 415 d.C. por los seguidores de Cirilo, obispo de Alejandría y posteriormente proclamado santo y doctor de la Iglesia. En este sentido, debe decirse que tenía unos sesenta años y que estaba lejos de ser la hermosa joven que la literatura posterior y la película de Amenábar nos muestra. Finalmente, agradecer al director que no nos mostrase las imágenes del cruel martirio al que sometieron a la filósofa, pues según todas las fuentes fue vejada de mil maneras y finalmente desollada viva. Mas el triunfo del fanatismo siempre será temporal, y jamás las tinieblas detuvieron a la luz.

Javier Ruiz