La humanidad puede considerarse una, como especie viviente, y a la vez,  diversa en sus expresiones culturales, religiosas, en los modos de resolver los problemas que plantea la existencia.

Una buena parte de los problemas que aquejan a los seres humanos se debe a la dificultad para integrar dos conceptos antagónicos, pero que en realidad vienen a definir la complejidad que caracteriza al ser humano en sí mismo considerado y a la humanidad en su conjunto. La Unidad y la Diversidad dan nombre a tales ideas opuestas que, sin embargo, presiden la experiencia humana en todo lugar y tiempo. Una lógica que excluye a los contrarios se ha impuesto en los sistemas educativos y de interpretación del mundo, de tal manera que es difícil la vivencia de lo diverso y a la vez la seguridad de lo unitario y las paradojas que se derivan de todo ello.

Podemos poner un ejemplo de la actualidad: por una parte, la globalización, que parece definir un mundo como el nuestro, tan interconectado, tan obligado a compartir destino, no solo nos trae las consecuencias en los sistemas financieros o de las comunicaciones, sino que también nos hace tomar conciencia de que somos todos habitantes de una misma casa, un mismo planeta, por lo cual  nadie podrá sentirse aislado, pues las acciones de unos  repercuten en la vida de otros, de un extremo a otro de la tierra. A pesar de una evidencia tan directa y clara, llama la atención  que en lugar de reaccionar ante esta situación que afecta a toda la humanidad, comprobamos las dificultades que tienen que enfrentar aquellos que intentan diseñar estrategias aceptadas por todos, para garantizar la supervivencia de los seres humanos, en un entorno que se ve amenazado de continuo por las conductas irresponsables de quienes no captan la unidad y se afianzan en la idea de diversidad.

Los filósofos de todos los tiempos han aportado interesantes reflexiones para explicar la misteriosa relación entre lo uno y lo múltiple, desde el ámbito de las esencias metafísicas, hasta el de los valores morales, como es el caso de la escuela neoplatónica de Plotino. Pensemos en los ideales  de fraternidad universal, de defensa de los derechos humanos que han pretendido presidir  la vida colectiva, tratando de evitar que la diversidad, en sus manifestaciones siga conduciendo a los enfrentamientos, a las luchas,  a la intolerancia y el fanatismo, que son manifestaciones del fracaso humano para integrar la  unidad y la diversidad reales.

En efecto, la humanidad puede considerarse una, como especie viviente, y a la vez,  diversa en sus expresiones culturales, religiosas, en los modos de resolver los problemas que plantea la existencia. Un poco más de conciencia de tal complejidad nos ayudaría  a hacer del mundo un lugar  mejor donde vivir.


Dolores F. Fígares

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